Es
sabido que, en el corto plazo, la Prueba Inicia pasará a ser
obligatoria y habilitante de la condición de profesor. Los estudiantes de Pedagogía
Básica rehúsan esta evaluación por considerarla enciclopedista e incapaz de evidenciar las competencias
docentes. Así lo refiere la presidenta de la Federación de
Estudiantes de la
Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), Yoxcy
Campos, quien enfatizó que “la Prueba Inicia castiga
a los alumnos y no al sistema” (cooperativa.cl, 15 de mayo). Es cierto, pero
¿por qué la encuesta Cooperativa e Imaginación revela que 8 de cada 10
personas están a favor de que esta evaluación sea obligatoria? No se trata
aquí de justificar o no el instrumento desde un punto de vista técnico, sino de
reflexionar sobre cómo una sociedad valora el acopio de contenidos y su uso
articulado. El propio rector de la
UMCE , Jaime Espinosa (quien evaluó positivamente el promedio
obtenido por la casa de estudios que dirige, 66%, frente al 53% de promedio
país) reconoce que hay que nivelar a los estudiantes de pregrado, ya que
ingresan a las universidades sin las competencias necesarias, lo que tiene
efectos negativos tanto a la hora de enfrentarlos a la Prueba Inicia , como
al resto de las exigencias académicas (radio.uchile.cl, 8 de mayo). Pero, ¿por qué
las universidades están admitiendo a los postulantes si no cumplen con el
perfil mínimo que ellas mismas han definido? Si la respuesta va en la línea de
que si la PSU no
es apropiada como selector-predictor, entonces tampoco lo es el test Inicia,
que opera bajo los mismos cánones. Ahora, si los argumentos se van a sostener
en que, no importando lo que arroje la
PSU , la eventual nivelación en pregrado no es suficiente,
entonces ¿por qué las instituciones están certificando profesores? ¿Ha lugar la
nivelación en las universidades?
Una aproximación al problema va en
la línea de desentrañar qué es lo que la sociedad chilena entiende por la
adquisición de herramientas para el desarrollo integral del ciudadano. Parece
que lo que busca es lo que describe la siguiente falacia de petición de
principio: profesores preparándose para rendir una Prueba Inicia que los
habilite; ya ejerciendo la profesión, preparan gente para tener éxito en la PSU ; tras esto, los
postulantes a carreras de Pedagogía ingresan sin que este filtro haya
significado algo y, por tanto, deban nivelarse en función de la Prueba Inicia.
Entonces, ¿es una soberana pérdida de tiempo el tránsito desde el nivel
secundario al de la llamada educación superior? ¿Dónde y cuándo los estudiantes
han de adquirir dichas competencias? ¿Qué certezas, ventajas y progreso puede
arrojar este modelo ciertamente tautológico y oscuro? En Chile, por otra parte,
la corporación académica que históricamente alcanza los más altos puntajes en
este tipo de pruebas, la Pontificia
Universidad Católica, promueve y defiende, emulando al
tristemente célebre Tribunal del Santo Oficio, las terapias reparativas en
materia de orientación sexual, contraviniendo brutalmente la evidencia
científica que aporta la Organización Mundial de la
Salud. Si a juicio de esa universidad la OMS está en un error, entonces
el campus pontificio deberá explicar qué entiende por ciencia antes de someter
a pruebas a los estudiantes.
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“El
éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas: se matan
por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar”
Gabriel García Márquez
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