Hace unos días,
el MINEDUC puso oficialmente en marcha la más extraña y paradójica instancia de
la que el sector de la enseñanza tenga registro en su historia. Se trata de la Agencia de Calidad de la Educación , un
impresionante invento respecto de cuyos objetivos, si se puede hablar de tales,
fueron entusiastamente puestos en placa de bronce por su recién designado
director ejecutivo, Sebastián Izquierdo. “Hoy día toda la comunidad espera que
la calidad de nuestra educación chilena mejore cuanto antes. Son demasiadas las
cosas que están en juego, por lo tanto, no debemos perder tiempo”, dijo el
personero, convencido de que “especialistas con experiencia en educación
evalúen y presten apoyo a los establecimientos con problemas y que esa
información sea transparente para la comunidad” (latercera.cl, 2 de octubre).
¿Especialistas?
¿Cuáles? Durante décadas, el Ministerio de Educación, y también los think
tanks, han hecho gárgaras presentando a estos personajes, los mismos que, oídos
una y otra vez o invocados para reforzar el prestigio de alguna decisión, han
ido planteando, cada cual con su estilo, las bases del modelo privatizador
vigente en el país en materia educativa. En ese curioso desfile de nombres,
suelen ser subrayados los de José Joaquín Brunner, autor de la ley marco cuyo
criterio rige la enseñanza en el país bajo el impresentable principio de que el
pago es un asunto “socialmente aceptado”; de Harald Beyer, hoy ministro, que
impulsa la gestión educativa como consorcio y que ha convertido el MINEDUC en
un centro de persecución de estudiantes; y de Mario Weissbluth, más conocido
hoy por su interlocución con personajes de la farándula, pero que además
preside Educación 2020, pretendiendo dictar pautas para “mejorar” la gestión en
enseñanza, sin explicar a los ciudadanos en calidad de qué su directorio lo
integran los empresarios Felipe Lamarca y Jaime Estévez. Si tan “especialistas”
son todos ellos, ¿por qué las políticas que impulsaron durante todos estos
decenios en que tuvieron tribuna siguieron profundizando el desastre que vive
el país en el sector?
La misma
contradicción asoma tras las palabras del ministro Beyer, quien definió la Agencia de Calidad de la Educación como una
entidad que “velará por que los establecimientos educacionales se comprometan
con estándares mínimos de calidad. Con esto buscamos que se puedan promover
cambios que hagan progresar a sus estudiantes
en sus logros académicos y en su formación como personas integrales”.
¿Quiere decir con esto que antes de la citada agencia esos objetivos no
existían? Póngase serio ministro: esos objetivos declarados ya estaban, porque
es la pretensión de todo ministerio de Educación; sólo que fracasó y sus
gestores, que serán los mismos, tendrán ahora un cargo adicional dentro de la
burocracia neoliberal. ¿De qué estándares de calidad habla ahora, ministro, si
lo único que medirá esa verdadera rama del Servicio Nacional del Consumidor
será la pauta dictada a la fecha por el MINEDUC y revisada por su cómplice
fundamental, el Consejo Nacional de Educación? De esa dupla han salido, durante
décadas, las políticas del desastre educativo actual. La única novedad es que,
con el nuevo nombre, el Ministerio de Educación contará con un organismo adicional
gracias al cual eximirse de responsabilidades propias cuando los próximos
informes internacionales vuelvan a mostrar la inequívoca ruta del fracaso.
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“El
interés de la ‘revolución primitiva’ se halla en el uso que de ella puede
hacerse para impulsar movimientos ante una situación nueva”
Eric Hobsbawm
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