lunes, 6 de agosto de 2012

Gobierno Lleva Hospitales Universitarios a la “Libre Competencia”


Justo en los momentos en que el Hospital Clínico de la Universidad de Chile entra en la fase más crítica de su historia, exhibiendo una deuda de arrastre de 31 mil millones de pesos, producto de las funestas políticas de autofinanciamiento introducidas hace tres décadas en las instituciones de educación superior, el Ministerio de Salud ha anunciado, sin pudor alguno un proyecto de ley que busca traspasar al particular la decisión sobre el centro asistencial en que debería ser atendido en su condición de paciente. En efecto, haciendo gala de un populismo carente de argumentación médica, el titular de la cartera, Sergio Mañalich, intentó justificar el anuncio comentando que, con ello, “las personas van a tener plena autonomía” y que se trata de un objetivo “noble”, porque “creen que van a recibir un mejor tratamiento” (La Tercera, 27 de julio).


Que no son expresiones aisladas lo dejó en claro el director del Servicio de Salud Metropolitano Central, Nibaldo Mora, quien recalcó que “es bueno que la gente tenga derecho a atenderse con quien decida” y que, por cierto, “se va a generar competencia que obligará a que todos empiecen a hacer mejor las cosas”. Con ese criterio, hacia fin de año la Superintendencia de Salud divulgará un ranking de “prestadores” que, por ejemplo, calificará la calidad del trato en clínicas y hospitales a partir de una evaluación que harán los propios pacientes. Es verdad que una segunda fase incluirá criterios técnicos, pero lo que no dicen ni Mañalich ni Mora es que, para esta contienda de acreditaciones, los centros de atención pública, dependientes de las universidades, deberán enajenar sus funciones -profundizando el proceso hoy en curso- y vender lo que antes eran derechos: servicios. Por esa vía, inaugurada con la misma lógica con la que la Junta Militar emprendió la “libertad de educación”, hoy el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, cuyo presupuesto anual es de 80 mil millones de pesos, recibe el 5% de los fondos de parte de esa casa de estudios. ¿De dónde se obtiene el 95% restante? “De la venta de servicios asociados al negocio de la salud en nuestro país”, denunció a través de una declaración la Federación de Asociaciones de Funcionarios de la Universidad de Chile (radio.uchile.cl, 31 de julio).
Así, mientras la crisis hospitalaria mantiene a los pacientes como víctimas, el mismo modelo que va sofocando la posibilidad de que el sector público garantice a través de las universidades atención, docencia e investigación,  ha promovido la expansión de la empresa privada en el sector, cuya capacidad instalada creció 79% sólo entre 2002 y 2008, mientras los proyectos en carpeta son estimados en 250 mil millones de pesos, es decir, la deuda total de arrastre del Hospital de la Universidad de Chile, multiplicada por 9. La situación de los centros públicos de atención en el país es lamentable, y lo es mucho más el que unas autoridades se sientan con derecho a desvincular el derecho ciudadano a tratamiento médico de la discusión respectiva en las facultades de Medicina, porque eso no es más que un modo silencioso de ir aboliendo el carácter académico de la disciplina misma. Igualmente inaceptable es que se aluda a los conceptos de autonomía y de libertad para legitimar una contienda de mercado en materia de salud. Si justificar un proyecto de ley de estas características requiere de “sondeos” al consumidor, ¿acaso terminaremos organizando un festival de la simpatía para resolver quiénes debieran conducir los decanatos en las casas de estudio? ¿Será entonces que la política exterior y las políticas públicas en general terminarán siendo también modificadas según el parecer del Servicio Nacional del Consumidor? El argumento del Ejecutivo es impresentable, porque transferir al particular la “decisión” de dónde atenderse según el centro que parezca bien dotado para un tratamiento, es un modo de reconocer que bajo esta modalidad siempre habrá recintos hospitalarios que no estén en condiciones. ¿Qué líneas de investigación abrirán las clínicas privadas que se están llenando los bolsillos a costa de esta situación? Si tanto alaba Mañalich la atribución que se quiere conceder a cada ciudadano para que “decida” sobre su propio tratamiento médico, entonces tanto mejor podría promover la facultad ciudadana de plebiscitar un cambio de normas para que todos los centros hospitalarios cuenten con las condiciones óptimas para cumplir con las funciones estratégicas que de ellos espera la sociedad. 



“No puedo aceptar la vida como es… pongo demasiado arte en mi vida, demasiada energía y, en consecuencia, no me queda mucha para dedicarla al arte”

                                                               Tina Modotti

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