Definitivamente, las prioridades de la autoridad de
educación no guardan relación alguna con el sector. Mientras la OCDE señala a Chile como el
país que más segrega a los estudiantes; mientras la UNESCO advierte sobre la
“desmedida participación” de los privados en la enseñanza y mientras las
propias cifras locales dan cuenta de educandos que no entienden lo que leen y
de egresados que reprueban los exámenes sobre las materias que debiesen
dominar, el MINEDUC ha preferido dar urgencia al trámite legislativo del
proyecto que crea una Superintendencia de Educación Superior, siguiendo, de
esta manera, las mismas pautas con que, desde la institucionalidad, se
reemplazó el derecho a la salud por la Superintendencia
de Salud.
En
nombre de una supuesta mejor fiscalización en universidades, institutos
profesionales y centros de formación técnica, la iniciativa despachada al
Congreso por el ministerio del ramo apunta a la entrega de información, a
establecer sanciones por publicidad engañosa y a normar las operaciones entre
personas relacionadas. Es decir, competencias características del Servicio
Nacional del Consumidor (SERNAC), en los dos primeros casos, y de los
tribunales ordinarios, en el último. En el colmo de esa concepción del educando
como consumidor, el ministro, Harald Beyer, en un intento por justificar lo
injustificable, manifestó que con esta Superintendencia “velaremos para que
aquellas universidades que no respeten a sus estudiantes o los fines educativos
establecidos en sus estatutos, reciban las sanciones que corresponden”
(terra.cl, 12 de junio). En otras
palabras, el MINEDUC renuncia por ley a la facultad de velar por el
cumplimiento de normas y objetivos mínimos para cada entidad educativa y, al
contrario, se convierte simplemente en “fiscalizador” de lo que cada centro de
estudios explicite en su carta de navegación. El panorama se agrava en extremo
si tomamos en cuenta que la autoridad, con expresa complicidad del Consejo de
Rectores (CRUCH) acaba de resolver que la duración de las carreras, pese a los
magros resultados que exhiben, será reducida a la mitad.
Esta situación ha de ser subrayada ahora, justamente
cuando los campus del sistema intentan congraciarse con la opinión pública
haciéndose eco de un ranking que sitúa a la Pontifica Universidad
Católica, a la U.
de Chile, a la USACH
y a la U. de
Concepción, entre las 10 “mejores” de América Latina. “Es un premio al esfuerzo
de varios años”, afirmó el rector de la USACH , Juan Manuel Zolezzi, quien agregó que, “históricamente,
las universidades chilenas han sido líderes en la región” (La Tercera , 14 de junio).
Claro está, el entusiasmo le hizo olvidar que el 69% de los egresados de
Pedagogía del país obtiene calificación deficiente en la Prueba Inicia. Lo que no dice
Zolezzi es que el aludido QS University Ranking es de percepción, y que en él
la “opinión de los empleadores”, por ejemplo, tiene una ponderación de 20% de
la calificación final, y que, al sumarse el increíble factor “presencia de la
universidad en Internet”, que pesa 10%, ambas variables triplican en peso al
ítem relativo a las citas de sus investigaciones. El cálculo lo completan la imagen
internacional de la universidad (30%), la cantidad de docentes por estudiante
(10%), el número de publicaciones (10%) y el número de profesores con doctorado
(10%). ¿Por qué los personeros de la educación local no se refieren, en cambio,
al ranking que elabora Europa o al que publica periódicamente la Universidad de Jiao
Tong de Shangai? Quizá sea porque, allí, el factor “ex estudiantes con Premio
Nobel” existe y pesa 10%; el ítem “profesores con Premio Nobel”, 20%; “investigadores citados en 21 categorías”,
20%; “artículos publicados en Sciencie y Nature”, 20%; “artículos indexados en
el Science Citation Index y en el Social Science Citation Index”, 20%; y
“rendimiento académico por estudiante”, 10%. Evidentemente, ni Europa ni
Shangai consideran como criterio académico la opinión de los empresarios, pero
en el curioso ranking del que se jacta la USACH , dicha universidad obtuvo sus mejores
resultados precisamente cuando se consulta el punto de vista de los
empleadores. Ya sabe, entonces, a quiénes dedican su “esfuerzo” actualmente las
universidades chilenas.
“Debemos tomar de la ciencia todo lo que
en ella es esencial y aplicarlo en la vida, ponerlo en circulación”
Nadezhda Krupskaia
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