miércoles, 16 de mayo de 2012

La Compraventa de Títulos Universitarios


Definitivamente, el Ministerio de Educación tendrá que dar explicaciones. Después de festejar irresponsablemente los resultados de la última prueba SIMCE, que estableció que la mayoría de los educandos no entiende lo que lee ni logra los objetivos esperados para su nivel de enseñanza, ahora las conclusiones del examen Inicia, que rinden los egresados de Pedagogía, muestran cuán lejos está la realidad de decir que vamos “en la dirección correcta”, como sostuvo el titular de la cartera, Harald Beyer (Boletín N° 38 de Academia Libre).
La prueba Inicia arroja antecedentes que prometen una catástrofe, porque el 69% de quienes serán profesores de las nuevas generaciones durante las próximas cuatro décadas, obtuvo una calificación “insuficiente” para impartir los contenidos mínimos que el propio mediocre sistema educativo chileno contempla. De manera increíble, en vez de hacer la autocrítica de rigor, la autoridad prefirió usar los datos como pretexto para introducir la figura de la expulsión de profesores desde las escuelas. ¿En qué mejoraría eso las cosas? Al contrario, lo que el MINEDUC no manifiesta es la responsabilidad que le cabe en la situación, que sólo esquemáticamente, en materia de resultados, resumiremos aquí. La Pontificia Universidad Católica tiene 12% de egresados de Pedagogía Básica con formación insuficiente (La Tercera, 8 de mayo). ¿Cómo es posible que una universidad habilite a quienes no están preparados para ejercer? El problema no es profesional, sino académico: es el campus respectivo el que ha estado regalando notas.
Pero todo puede ser peor, como muestra, de ahí en adelante, la tabla respectiva medida en porcentaje de insuficiencia. U. de Concepción y UCV, 38%; U. Diego Portales, 40%; U. Andrés Bello, 53%; U. Alberto Hurtado, 55%; U. de Atacama y UPLA, 62%; IP Providencia y U. Cardenal Silva Henríquez, 63%; U. Católica de la Santísima Concepción, 64%; U. de La Serena, 65%; U. del Bío-Bío, 71%; U. del Pacífico, 73%; U. Autónoma y U. Católica del Maule, 74%; U. Santo Tomás y U. Católica de Temuco, 77%; U. Arturo Prat, 78%; U. San Sebastián, 79%; U. de Antofagasta, 84%; U. de las Américas, 85%; U. Bernardo O’Higgins, 91%; IP de Chile, 92%, y U. del Mar, 94%. Lamentablemente, no es todo. Al incluir aquellas corporaciones que registran menos de 20 examinados en Inicia, la U. Bolivariana anota 50% de egresados con insuficiencia; la U. de Chile, 57%; la Academia de Humanismo Cristiano, 67%; la U. de Magallanes, 80%, y la U. Central, 100%.
¿Cómo es posible? Aquí el gobierno, pero también el Consejo de Rectores, cuyas universidades son la mitad de las recién citadas, deben dar la cara por condenar a sus estudiantes de Pedagogía y a los millones de humildes escolares que durante más de 40 años serán víctimas de esa “formación”. Porque una cosa es el vergonzoso espectáculo, amparado legalmente, a partir del cual las corporaciones privadas lucran. Y otro, gravísimo, es que las llamadas universidades tradicionales se llenen la boca tratando de convencer al mundo de que son públicas en circunstancias de que, claramente, sus directrices académicas perjudican de manera impresentable el derecho de la población a acceder a una educación de calidad. A las privadas, y a las que se dicen públicas, pero cobran aranceles millonarios y se arrogan competencias que no poseen para sustituir la docencia por una compraventa de títulos profesionales cuyas consecuencias están a la vista: es hora de cerrar el negocio y abrir el debate para restituir al espacio público el control y la conducción sobre el derecho a aprender y la responsabilidad de educar. 

       

“Tembláis más vosotros al pronunciar la sentencia que yo al recibirla”

                                                                                            Giordano Bruno

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