lunes, 23 de abril de 2012

Educación Dispara el Costo de la Vida en Chile



El hecho de que la posibilidad de estudiar esté subordinada en el país a la capacidad de pago de cada individuo es un escándalo no sólo porque se burla frontalmente un derecho sin cuya observancia el desarrollo social desaparece del horizonte, sino también porque el modelo educativo que pretende sostener dicha anomalía desemboca en una caída vertiginosa en materia de calidad, evaluada ésta con los más diversos estándares internacionales.
Sin embargo, al lado del esquema de desembolso particular que da paso a la triste privatización de la enseñanza, coexiste un insólito fenómeno que está llevando la situación a límites insospechados. Y es que en Chile no sólo se cobra para acceder a los niveles formales de aprendizaje, sino además el alza experimentada en ese costo supera con creces a la que se produce en otros rubros, al punto de que, a la fecha, casi triplica el margen de incremento del sector más sensible del consumo, la alimentación. En efecto, el último registro oficial sobre Índice de Precios al Consumidor (IPC), señala que en la inflación de marzo los dos factores principales fueron alimentación y educación, con incidencias de 0,260 y 0,213, respectivamente. Por cierto, alguien podría pensar que ese sorprendente influjo encuentra su explicación en que justamente el tercer mes del año coincide con el período de matrículas y compras escolares. Pero no es así. El asunto va bastante más allá y las porfiadas cifras lo evidencian: mientras el ítem alimentos registró un alza de 1,3% en sus precios, el aumento en el sector educación, en igual período, fue de 3,4% (Instituto Nacional de Estadísticas, 5 de abril). En buen castellano, la subida de precios de los bienes y servicios de educación, durante marzo, es 17 veces superior al alza promedio de todos los bienes y servicios experimentada ese mes.
¿Dirán acaso las autoridades que la calidad de la educación es 17 veces superior?  Por supuesto que no. Pero el asunto tiene un agravante adicional. El ciudadano chileno no sólo está enfrentando a través de las alzas en educación un incremento visible en el costo de la vida, sino que, en paralelo, el salario real del que dispone para hacerse cargo de su cotidianeidad ha sido también violentamente golpeado en período reciente. Es así que el último informe sobre la materia (Organización Internacional del Trabajo, 5 de abril), advierte que mientras la remuneración promedio mensual del mundo, medida bajo el sistema de paridad de poder de compra de dichos ingresos, asciende a 1.480 dólares, en Chile apenas es de 1.021 dólares. Las cifras son alarmantes y su análisis no puede segregar los elementos: tarde o temprano, como se ve, delegar la educación al mercado es, además de injusto para las grandes mayorías, completamente insostenible, salvo, por cierto, que ahora se nos diga que para educarse haya que desnutrirse.


“Los verdaderos pintores comprenden las cosas con el pincel en la mano”

                                                                                 Berthe Morisot




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