El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indica que el déficit de profesores de Ciencias y de Matemáticas en Chile asciende al 35%, ubicándose, como ya es habitual, entre los peores lugares del bloque internacional. El estudio, basado en las conclusiones finales que arroja la Prueba PISA, corrobora los análisis preliminares que hace 10 años advertían ya sobre la falta de 450 profesores adicionales en Física y Química; ello, únicamente considerando la educación secundaria. Son las consecuencias de un modelo de enseñanza que subordina los objetivos académicos al paradigma de la oferta y la demanda, como si el proceso de aprendizaje fuese un fenómeno antojadizo. Con ello, en efecto, las instituciones que dicen ser universidades han renunciado a ejercer la crítica, reduciendo su actividad en aula a la conducta de consumo de quienes creen optar por una carrera cuando en realidad están inscribiendo su capacidad de pago y endeudamiento en el bombardeo publicitario del campus. Sin embargo, el problema de ese enfoque es que se extiende al conjunto de la sociedad y no sólo a los que hacen negocio a expensas de la ignorancia que promueven. Y es que la carencia de profesores de Ciencias y de Matemáticas a nivel escolar tiene su correspondiente capítulo en el nivel universitario. Si en 2005 ingresaron a Pedagogía en Ciencias 586 estudiantes, en 2011 lo hicieron 449, es decir, una baja de 23,4% en un país que, sin embargo, se jacta de inaugurar observatorios astronómicos y poner satélites en órbita. Claro está, lo que tales anuncios no dicen a la ciudadanía es que la comunidad académica local no tendrá arte ni parte en la conducción científica de dichos proyectos. Pero que el lector no pierda la capacidad de sorpresa, porque la situación sólo promete empeorar. El Mineduc acaba de exigir a las 25 universidades del Consejo de Rectores que justifiquen, en un plazo de 60 días, por qué dictan carreras de “tanta duración” (La Tercera, 30 de marzo). La autoridad quiere, pues, restar dos años de formación a los universitarios, de modo que la cifra vaya en línea con el promedio de los países de la OCDE. En vez de preocuparse por cuántos años de estudios toma en Chile el negocio de la educación, sería interesante el mismo desvelo por igualar los resultados académicos de ese bloque y uno de sus hábitos, el de dar lugar a la ciencia.
“La poesía no necesita adeptos, requiere amantes”
Federico
García Lorca
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