Hace medio año, el entonces coordinador académico del Centro de Estudios Públicos (CEP), Harald Beyer, pronunció lo que sería el debut y despedida de su carrera de adivino. Refiriéndose al movimiento estudiantil, afirmó que “los dirigentes actuales están menos articulados, por lo cual el escenario es más manejable” (La Tercera , 19 de junio). El error de cálculo del ex miembro del tenebroso Consejo Asesor Presidencial de Educación fue tan grande que, apenas cuatro semanas después de esa penosa declaración, las masivas y crecientes marchas le costaron el cargo al ministro Joaquín Lavín, quien, a su vez, había ejercido la cartera argumentando que los que desfilaban por las calles no representaban el sentir de la mayoría y que hacer públicos los colegios del país era “una demanda retrógrada” (La Tercera , 2 de julio).
La subestimación del movimiento social hecha por Beyer siguió penando en La Moneda el 18 de julio, cuando, esta vez, Felipe Bulnes asumió la titularidad del MINEDUC llevando a cabo una gestión cuya cuenta pública resultó particularmente “esperanzadora” (UPI, 27 de diciembre) para la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC), pero para nadie más, porque el secretario de Estado debió dejar el cargo apenas 48 horas después.
Tan alejada estaba de la realidad la apuesta de Beyer, que él mismo terminó completando el desfile de ministros que sumó, entre julio y diciembre, tres modelos para intentar vestir con fantasía la situación, cada vez más precaria, de la educación chilena. Como seguramente la ciudadanía querrá saber hacia dónde vamos con la última contratación de esta pasarela. Recordemos, pues, lo que ha propuesto en el CEP su impronta privatizadora. “Quizás, una vez que hay un pago de por medio, las escuelas están sujetas a un mayor escrutinio que aquellas que no reciben ese pago”, señaló, antes de convertirse en ministro quien lamentó, en el mismo documento, que exista “un estatuto para los profesores que los protege exageradamente en el desempeño de sus funciones”. Juzgue el lector, pero dejemos a Beyer el oficio de adivino.
“Sólo en sueños, poesía, juego… nos asomamos a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos” (Julio Cortázar).
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