En Chile hay autoridades que garantizan que la educación sea mala y al mismo tiempo cara. Pero existe otro grupo de iluminados que completa el cuadro, supervisando el modo en que va al despeñadero la posibilidad de desarrollo de conocimiento. Se trata del tristemente célebre Consejo Nacional de Educación (CNED), que, en nombre de su función oficial de “cautelar y promover, de manera prioritaria, la calidad de la educación”, retiró en diciembre de 2011 de las bases curriculares de enseñanza básica la expresión “dictadura” para sustituirla por el eufemismo de “régimen militar”.
Se trata de un precedente grave, no sólo porque busca esconder el pasado reciente, sino también porque desdibuja conceptos fundamentales de historia, ciencia política y educación cívica. Es cierto que la propuesta procede de la misma unidad curricular del Ministerio de Educación que en 2010 intentó segregar las escuelas del país con “semáforos”, pero el CNED, donde se supone debiera confluir lo mejor del debate sobre educación y conocimiento, es quien aprueba, rechaza o modifica dichas iniciativas. En diciembre, el flamante ministro Harald Beyer, quien como tal preside el organismo, defendió a pie juntillas el cambio del concepto en los programas de enseñanza básica. Sin embargo, el escándalo internacional fue tal, que el secretario de Estado se vio obligado a comerse sus argumentos y modificar nuevamente la pauta, restituyendo el vocablo original. Es decir, fue un arrepentimiento gatillado por un asunto mediático, no académico, pero ya era tarde: el Premio Nacional de Medicina 2006, Alejandro Goic, renunció de manera indeclinable al CNED. ¿Quiénes van quedando, además del ministro? Marino Pizarro, por las universidades del Consejo de Rectores; Elizabeth Lira, por el FONDECYT; Carlos Künsemüller, por la Corte Suprema; Santiago Vera, por las Academias del Instituto de Chile; Nicolás Velasco, por las universidades que lucran con autonomía; Alejandro Mackay, por los institutos profesionales que lucran con autonomía; y Alfredo Ewing Pinochet, designado por las Fuerzas Armadas, y quien ejerció por años como agente de la Central Nacional de Informaciones (CNI). He ahí lo que entienden las autoridades por “cautelar” la educación.
“Qué lamentable sistema de enseñanza, con profesores que son repetidores y no investigadores” (Alejandro Lipschutz)
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