miércoles, 22 de febrero de 2012

“Flexibilidad Laboral” a las Aulas

Un estudio realizado por el Centro Universitario de Desarrollo (CINDA) y Universia señala que Chile destina apenas la mitad del gasto promedio por estudiante de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), entre los cuales el índice asciende a 12.907 dólares (latercera.com, 20 de febrero).
Por cierto, a estas alturas es muy posible que a la opinión pública ya ni le sorprenda demasiado este antecedente, que viene a engrosar la penosa y extensa lista de cifras que retratan la situación de la educación. Sin embargo, precisamente a partir de tan paupérrimos números es que llama la atención el desparpajo con el que desde la institucionalidad se anuncia la entrega de fondos para un programa de “emprendimiento escolar” que, supuestamente, buscaría disminuir la pobreza. “El emprendimiento no sólo gira en torno a los negocios, sino también en ámbitos sociales y civiles”, sostuvo la División General de Educación del MINEDUC al intentar justificar la iniciativa que ya habría “beneficiado” a 264 establecimientos (Diario Financiero, 20 de febrero).
Según esa línea de análisis, “educar para emprender” generaría “movilidad social”. Pero veamos cómo: “está asociado a desarrollar una perspectiva emocional, como la capacidad de sobreponerse a la adversidad, adaptarse al cambio y ver el fracaso como una oportunidad”, señaló el director académico de la consultora Efecto Educativo, Alberto Mora. ¿Adaptarse al cambio, sobreponerse a la adversidad? ¿Era necesario el “emprendimiento escolar” para eso? Si al lector esos términos le sugieren algún olor a preparación para la llamada “flexibilidad laboral”, está en lo correcto. En nombre de la tristemente célebre “responsabilidad social empresarial”, el plan de InnovaChile, de CORFO, persigue “potenciar el desarrollo de habilidades y competencias emprendedoras en los escolares, así como la autoconfianza, la flexibilidad”. Es decir, se nos pretende hacer creer que los problemas de pobreza del país son de naturaleza “emocional” y, sobre esa insostenible base, convertir a las escuelas en centros para que los jóvenes se acostumbren a bajos y fluctuantes sueldos, ausencia de indemnizaciones y empleo intermitente.
“A los que reciben pagos por sus pláticas, Sócrates los llamaba esclavos de sí mismos” (Jenofonte)

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