El docente llega a la sala de clases y los estudiantes escuchan lo que dice, toman apuntes, hacen preguntas y, con suerte, llegan a plantear alguna opinión. Bajo esa imperturbable pauta se resume lo que la institucionalidad educativa del país considera correcto en materia de aprendizaje. Sin embargo, ante ello no sólo cabe responder que justamente ese modelo que vocea ideas preconcebidas sobre el pupitre ha fracasado en materia de resultados estandarizados; también es pertinente subrayar que ese esquema que reduce la enseñanza a una burbuja de cuatro paredes y pretende limitar el conocimiento a una línea de transmisión mecánica y unilateral de datos, cae en su propia trampa, pues no tiene cómo argumentar contra la posibilidad de emprender el sentido opuesto: si 40 educandos pueden aprender de una persona, ¿por qué ésta no podría enriquecer su formación a partir de las lecciones que le den aquellos 40?
Las autoridades no están pensando en la formación permanente del profesor, al que, a lo sumo, de vez en cuando le exigen y venden algún curso de capacitación en cuyo diseño el maestro no tuvo participación alguna, ni menos las personas a las cuales él impartirá clases. Pero el aprendizaje es un proceso social y, como tal, no se detiene. El profesor es también, un estudiante, y eso implica, entre otras cosas, que los otros estudiantes pueden y deben evaluar su desempeño, además de debatir y promover estrategias para que aquél siga educándose. Al sistema educativo vigente eso no le interesa, porque sólo busca reproducir en el aula el conocimiento ya existente. Al contrario, el aprendizaje tiene por condición la creación de conocimiento, es decir, la transformación de la sociedad. El carácter de estudiante de cada profesor está planteado en los Estatutos de Academia Libre y, por eso, cada profesor recibe una calificación de sus pares, que son los demás estudiantes, a través de una evaluación docente periódica y vinculante. Por eso, igualmente, los programas de estudios son diseñados en el marco de una discusión colectiva: el debate y el ejercicio de la crítica brindan a una comunidad la posibilidad de aprender.
“Hablar de emancipación era algo que parecía, realmente, muy obsceno” (Elena Caffarena).
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