viernes, 28 de octubre de 2011

Escuela y Universidad

Un rasgo del modelo educacional vigente
es la tajante separación que hace entre el proceso de
aprendizaje que se espera del colegio y de la universidad. Así,
niños y adolescentes son promovidos de curso en un esquema
que bloquea la posibilidad de introducir al educando en el
debate de la universitas, que quiere decir, muy a pesar de la
autoridad, que lo ignora, “universalidad, comunidad”.
El limitado enfoque oficial, que separa escuela y
campus con artificios tan cuestionables como la PSU -que
mide capacidad de acierto y no aptitudes-, olvida, por ejemplo,
que los liceos se llaman así por el nombre que dio a su
dirección de estudios Aristóteles, o que la palabra escuela
procede del griego σχολή, que apela al ocio en tanto tiempo
para reflexionar, condición que se restringe en extremo para
los escolares chilenos, que enfrentan el estrés de una doble
jornada con peores resultados académicos que los que tenían
hace 14 años con la mitad de horas de enclaustramiento. El
vínculo entre colegio y universidad no es sólo etimológico,
sino también histórico: la Universidad de Chile halla sus
orígenes en el Instituto Nacional. Y, por sobre todo, el nexo es
pedagógico. El modelo educacional de este país supone que
los universitarios pueden elegir las materias que van a estudiar,
cuestión que, en cambio, le es impuesta a los escolares, a
quienes la institucionalidad se refiere con el peyorativo
concepto de alumnos. Si fuera cierto que la carencia intelectual
define a los estudiantes hasta terminada la secundaria, ¿cómo
se explica entonces la capacidad académica que se les
reconoce apenas un mes después de egresar, cuando son
admitidos en alguna universidad? Con un sistema como éste,
que lucra, las mal llamadas “casas de estudios superiores”
recorren los patios de las escuelas para hacer su oferta de
matrícula al mejor postor, pero no para compartir
conocimiento. Una universidad que se precie de tal debe
involucrar justamente a las nuevas generaciones en la
discusión de las más diversas disciplinas, y ello implica
introducir en las escuelas la investigación y poblar sus salas de
seminarios gratuitos entre los cuales optar, porque la
educación ha de ser eso: aprender a
organizarse y a elegir, es decir, asimilar las
facultades ciudadanas.


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